Sin duda alguna, cuando se habla de historia y tradición no se puede dejar a un lado a uno de los lugares más emblemáticos de Quito, como lo es el cementerio de San Diego, un espacio de descanso eterno, que fue declarado patrimonio cultural. Está ubicado en el Centro Histórico, entre El Panecillo y la Cima de la Libertad.
Este camposanto abrió sus puertas el 21 de abril de 1872 y es uno de los primeros cementerios de la ciudad. En él reposan los restos de grandes personajes como presidentes de la República, héroes caídos en la Batalla de Pichincha, artistas, religiosos, intelectuales y familias tradicionales de la antigua aristocracia quiteña.
Su historia comienza el 2 de noviembre de 1851, la Hermandad Funeraria de Nuestra Señora del Rosario (actual Sociedad Funeraria Nacional), desarrolló un proyecto de afiliación voluntario que le permitió la compra de un terreno para la construcción de un cementerio propio. El mismo que fue adquirido el 22 de octubre de 1868, este lote limitaba con la plazoleta de San Diego y las parroquias de la Magdalena y Chillogallo.
Desde un inicio, este camposanto causó entusiasmo en la población quiteña. Su belleza arquitectónica sobresalió por su estilo clásico, neoclásico, neogótico, barroco, neobarroco y ecléctico. Para la construcción de sus mausoleos, urnas y otras edificaciones se utilizaron materiales como mármol, piedras, rocas, cemento y metales que fueron adquiridos de la cantera del Panecillo.
La riqueza patrimonial de San Diego es inmensa, estas edificaciones fueron construidas por grandes artistas como Pietro Capurro, Luis Mideros y Francisco Durini, este último también trabajó en la construcción del Antiguo Hospital Militar de Quito.
Y es así, como el cementerio de San Diego asombra a cada una de las personas que lo visita o conoce su historia.
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